CALICANTO CORDOBES
En el tránsito habitual por las calles de Córdoba, ¿cuántas veces pasamos por Bv. San Juan y Marcelo T. de Alvear? ¿Alguna vez nos detuvimos a mirar una antigua y precaria construcción de piedras de unos cuántos centímetros de alto frente a La Cañada?
Se trata del único fragmento que sobrevive del famoso Calicanto, la antigua muralla que durante siglos sirvió de contención a las a veces indomables aguas de La Cañada.
En los primeros años de la colonia, el tranquilo arroyo se transformaba en un arrasador torbellino después de alguna lluvia de gran intensidad. Los registros históricos indican que desde 1623 hasta 1671 hubo cinco fuertes crecidas que dejaron gran cantidad de daños y muertos. Fue esa última crecida, la que decidió a las entonces autoridades a construir un muro de cal y canto rodado (de allí “Calicanto”), para contener a la embravecida Cañada.
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Durante muchos años, el Calicanto cumplió a duras penas su cometido. Hasta que en 1939 hubo una nueva crecida de grandes proporciones, que causó dos muertos e innumerables pérdidas materiales. Este último fenómeno, obligó a los gobernantes de la época a buscar una solución definitiva y se decidió “sistematizar” al arroyo con el actual muro de piedra que lo bordea en su paso por el centro de la ciudad.
canada y colon
La Cañada y su muro sirvieron de línea divisoria entre el centro religioso y doctoral de la ciudad y el temido Abrojal, luego Pueblo Nuevo, hoy barrio Güemes. Sobre sus márgenes se tejieron diversas leyendas y mitos, como la de “la Pelada de la Cañada”, famoso fantasma de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Se lo describía como una mujer calva, de baja estatura, que asustaba a los trasnochados que volvían a sus casas orillando el Abrojal, intentándolos envolver con una túnica blanca. Aunque algunos comentaban que no solo asustaba, sino que a veces exigía dinero, joyas, o lo que su víctima llevara encima. Era “algo más” que un fantasma.
Otros eran muy temerosos de las “ánimas en pena” que habitaban en el lugar. Durante muchos años, contra el Calicanto las autoridades aplicaban la pena de muerte a delincuentes culpados por delitos graves, por ejemplo, por uxoricidio (Uxoricida: hombre que asesina a su mujer).
Afortunadamente, el paso de los años hizo que todos esos mitos y creencias fueran quedando en la memoria colectiva como parte del anecdotario cordobés y convirtieron a La Cañada en uno de los símbolos más representativos de nuestra ciudad.