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Posted Apr 2, 2009, 12:36 AM
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Gracias Claudia, zazianza y Federg, estos comentarios tan bonitos dan impulso a la caminata
Seguimos por el PARQUE:
Posadas no es sólo un lugar de vegetación abundante
Sus instituciones civilizatorias son más que centenarias
Y sus alrededores florecen en construcciones
Y hay diversión a granel
Una de las joyas del parque es el museo regional Anibal Cambas (en honor al historiador e intelectual que fue uno de los primeros en realizar el viaje Posadas - Iguazú por tierra y dio hermosas crónicas sobre ello en el diario El Territorio)
En el museo se encuentran animales disecados y es el sitio de la Junta Histórica de Misiones. ¿Mencioné al diario? En él se encuentra el archivo del primer diario de Misiones: "La Tarde" de extracción socialista que se editó entre 1907 y 1944.
Se acuerdan que hablamos de Macedonio Fernández al comenzar el hilo, en esta nota extraída de Clarín del 16/02/02 encontramos una relación entre el escritor, el diario y una cuestión que perfuma la bajada vieja de azahares
Quote:
ANIVERSARIO
Macedonio Fernández, fiscal
a cincuenta años de su muerte, se recuerda un episodio poco conocido del autor de "papeles de recienvenido", cuando defendio a un joven mensu que trabajaba en situacion de virtual esclavitud
ALVARO ABOS.
EL "NO EXISTENTE CABALLERO". Su defensa de Pedro Cabaña muestra a Macedonio como un magistrado honesto, que fue alejado de su cargo por negarse a convalidar una injusticia.
Amil kilómetros de Buenos Aires, en las tierras rojas y selvas de Misiones, en aquel Eldorado yerbatero que alimentó fortunas, algunos hombres libraron hace muchos años un combate contra jueces venales, combate que, como tantos otros, terminó en derrota, dispersión y olvido. Entre ellos estaba quien fue fiscal nacional en aquel territorio entre 1908 y 1913: el doctor Macedonio Fernández.
No se trata de inventar un Macedonio que no existió. El autor del Museo de la Novela de la Eterna —de cuya muerte se cumplieron 50 años el 10 de febrero— no fue un Dantón del trópico ni un líder de los mensús explotados, sino sólo un funcionario menor del régimen. Sin embargo, la historia del caso Cabaña y la expulsión de Macedonio de su cargo lo muestran como un magistrado honesto, apartado por sus superiores cuando, con tranquila dignidad, se negó a convalidar una injusticia. Aunque quien se llamara a sí mismo el "No Existente Caballero" —reacio a hablar de su vida— siempre eludió esta historia, los hechos no pueden borrarse:
1913. Un mensú de 21 años llamado Pedro Cabaña trabajaba para la yerbatera Puerto Artaza, propiedad de Julio Allica, uno de los mayores empresarios del Alto Paraná. Por un anticipo de 175 pesos, Cabañas firmó con los capataces de Allica un contrato según el cual "si abandonaba el trabajo sin permiso del patrón sería considerado prófugo, quedando éste autorizado a perseguirlo por las autoridades para hacerle cumplir su compromiso". Esa suma era todo lo que la empresa pagaba a Cabañas y a cualquier mensú. Alegaba que, a cambio, debía alimentar a su empleado; por el anticipo de 175 pesos, éste se obligaba a trabajar meses o años en jornadas de sol a sol. Rafael Barret, refiriéndose a este régimen de virtual esclavitud, consideraba que hasta en los ingenios de Cuba "la situación de los negros …era superior, porque allí los patrones tenían más interés en alimentarlos y en alojarlos".
Cabaña intentó huir Paraná abajo pero fue apresado y el juez Severo González le decretó la prisión preventiva… ¡por el delito de estafa! El expediente pasó al fiscal Macedonio Fernández, cuyo dictamen puso al descubierto "la monstruosidad jurídica sin nombre" de este caso, según palabras de Juan B. Justo. El fiscal pidió la inmediata libertad del detenido, encerrado en la tenebrosa cárcel de Posadas: su director, el capitán Ferradás, apodado General Kapanga, redondeaba su sueldo haciendo trabajar a los internos en la huerta de la prisión, según reveló Justo.
El juez Severo González, lejos de ser un sátrapa togado, era un magistrado funcional de aquel sistema, un oscuro abogado que había recalado en Posadas, como Macedonio y cualquier otro, gracias a sus padrinos políticos. Los diputados socialistas Mario Bravo y Juan B. Justo adujeron en la Cámara que González cobraba sobresueldos de las empresas yerbateras, en cuyas propiedades vivía; que hacía la vista gorda ante la prepotencia de los capataces asesinos de los mensús rebeldes y que usaba su poder para lucrar con cualquier subterfugio. La corrupción judicial estaba siendo denunciada por algunos diarios como La Tarde de Posadas, A Noticia de Curitiba (Brasil) y El Patriota de Villa Encarnación (Paraguay). El primero era dirigido por los jóvenes periodistas Exequiel Leiva y León Naboulet, quienes habían conformado un grupo alrededor de Macedonio desde su llegada a Posadas en 1908. Como muchas otras veces en su vida, Macedonio se había convertido en cabeza de una tertulia, que se cumplía en el fresco comedor del Hotel de Avalos, donde vivía Macedonio, o en la redacción de La Tarde. Aquellas largas charlas, que versaban sobre la literatura, las doctrinas sociales, la música, la mujer, la vida, las piedras, en suma, sobre todo lo humano y lo divino, se prolongaban desde que la tarde caía sobre la Bajada Vieja, el barrio portuario de Posadas, hasta que la inminencia del fresco amanecer, que rizaba las aguas del Paraná, ponía punto final al cónclave.
En la redacción de La Tarde,"diario científico, noticioso, independiente, comercial, literario y de interés general", se juntaban profesores de la Escuela Normal, pequeña isla de resistencia cultural en Posadas; algunos tipógrafos de vieja militancia anarquista; un severo administrador llamado Mariano Díaz; doña Venancia, secretaria que también pasaba la escoba y algunos estudiantes del Normal. Cada día, asomaban por las oficinas algunos lectores "de ojito" mientras un loro de lujoso plumaje presidía las tertulias
Agosto de 1913. Al conocer el dictamen de Macedonio pidiendo la libertad del mensú Cabaña, el juez González lo reemplazó por un abogado que, a diferencia de Macedonio, era su incondicional: un tal Adán Maciel Pérez, quien convalidó la prisión preventiva del mensú, mientras La Tarde elevaba el tono de sus denuncias y Exequiel Leiva recusaba al juez González. Este lo hizo encarcelar tras fabricarle una causa por presunto robo de un sobretodo (¡un sobretodo en Posadas!). Desplazado por el juez, Macedonio ya no volvió a ocupar la fiscalía. El mensú Cabaña sufrió prisión durante 300 días. Pero los sucesos de Misiones no pudieron ser sofocados. Las denuncias de la prensa del Alto Paraná perforaron la indiferencia porteña.
En los primeros comicios con voto secreto y obligatorio, conforme a la Ley Sáenz Peña (1912), el socialismo había vencido en la Capital Federal, colocando una importante bancada en la Cámara de Diputados, triunfo que se repitió en 1913. Diarios de izquierda como La Vanguardia o La Protesta pero también La Prensa ventilaron abusos de los jueces que ejercían su mandato en los territorios nacionales. A mediados de 1914 Juan B. Justo interpeló al ministro del Interior, Miguel S. Ortiz, y a otros funcionarios como el director de Territorios Nacionales, Ruiz Moreno, y al ministro de Justicia, Cúllen.
El fundador del partido socialista, al abrir su intervención, dejó claro que "Posadas es el gran mercado de esclavos blancos del Alto Paraná". En junio de 1914 comenzó el juicio político al Juez González: un diputado tucumano de 32 años se levantó de su pupitre y desgranó con apasionada oratoria los hechos ocurridos en la capital de Misiones. Era Mario Bravo, cuya alocución desmontó con precisión de relojería los ardides y cohechos del simulacro de justicia que imperaba en Misiones; fue una de las primeras intervenciones del legislador de pómulos abultados, piel cobriza y melena lacia al que llamaban el "indio manso". Confundido entre el público que colmaba la barra, Macedonio Fernández escuchaba con atención las palabras flamígeras que lo reivindicaban.
Todo fue inútil. Por aquellas fechas, murió el presidente Roque Sáenz Peña y fue reemplazado por el vicepresidente Victorino de la Plaza. El país estaba con la cabeza en otra cosa. Mientras el juez González eludía las citaciones, la Comisión de Juicio Político empantanó las acusaciones bajo el pretexto de que era necesario estudiar los expedientes judiciales de difícil remisión desde Paraná, ya que quedaban actuaciones judiciales pendientes. Pasó el tiempo y el juicio político prescribió. Severo González siguió en el cargo. Macedonio nunca regresó a Posadas ni volvió a ejercer ningún cargo. Otro destino lo esperaba en Buenos Aires.
El grupo de Posadas se dispersó. Años después, cuando Macedonio publicó algunos libros y su nombre adquirió relevancia, León Naboulet le escribió confesándole que "en un momento que me pasó desapercibido, se volvió usted un hombre célebre, un ironista, me dicen. Yo lo conocía por esa misma sustancia, en Misiones". León R. Naboulet (1880-1962), periodista, poeta, fundador de teatros y bibliotecas, se reencontró con Macedonio, a quien frecuentó en los años 40. En la casa de Macedonio —Las Heras 4015— solían evocar a los luchadores de La Tarde: Blas V. Franco, Richelieu Naboulet (hermano de León), Abel Chabrillón, poeta y abogado, y Exequiel Leiva, a quien Macedonio había bautizado "ferviente del Bien y del Saber".
Ellos amaron a Macedonio con la lealtad que se reserva para el maestro que no acepta ser nombrado tal, sino a lo sumo un hermano mayor. "Ustedes son mi recuerdo más feliz de Misiones", les dijo Macedonio a sus viejos compañeros, ya cerca del fin, en 1949.
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Pero aún no abandonaremos el Parque, tenemos que caminar un poco más (el parque es chiquito) para descifrar el doloroso hecho que se esconde tras su nombre (no es la Guerra de la Triple Alianza) y visitar dos elementos arquitectónicos emblemáticos de la ciudad...
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Caminatas por Posadas... Hilo dedicado a "Una tal Gibson" (ni idea de quién es)
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