A éste no lo conocía...
Pasaje del correo o Pasaje Suizo (Vicente López 1661)
Un típico rincón parisiense
Construido en la década del 20, convoca a una demanda que aprecia los refugios tranquilos
Su fachada conserva el estilo ecléctico original
Tiene 25 metros de frente por 70 de fondo y alberga una veintena de comercios, entre los cuales predominan los restaurantes.
Buenos Aires no es una ciudad que se caracteriza por su celo en proteger el patrimonio arquitectónico.
Pocos lugares porteños han conseguido sobrevivir al desinterés de los funcionarios o a la fiebre modernizadora de emprendedores comerciantes.
Quedan, no obstante, algunos pocos recovecos que milagrosamente conservaron su estilo original constituyen en nuestros días un testimonio vital y ejemplificador de un tiempo en que la estética ocupaba un lugar importante a la hora de construir un edificio o diseñar una plaza.
En Recoleta, al 1661 de la calle Vicente López, el Pasaje Suizo -que la gente del barrio conoce como Pasaje del Correo- es uno de esos añorados rincones urbanos.
Construido en la década de 20 por el inmigrante italiano
Felipe Restano, ochenta años después conserva el charme y la simpatía que caracteriza a los pasajes de París o Milán.
Es un edificio de dos plantas, que consta de 21 viviendas unifamiliares, con entradas independientes que dan al pasaje un ingreso principal por Vicente López.
La antigua construcción se extiende sobre una planta de unos 25 metros de frente por aproximadamente 70 de fondo.
Son dos bloques de edificación separados por el pasaje, al que dan, además de las puertas de entradas de madera lustrada, pequeños balcones franceses adornados con macetas.
Las farolas originales de hierro completan el arreglo y otorgan al lugar un aire íntimo.
Un estilo original
"Originariamente el pasaje fue construido para vivienda, pero con el tiempo comenzaron a levantarse en la zona edificios de departamentos y el pasaje fue poblado"
Agrega que entonces se decidió darle un destino comercial, como una forma de atender los requerimientos de los nuevos pobladores, contó Rodolfo Bancalari, esposo de una heredera del constructor del pasaje y uno de los más denodados defensores de su estilo original.
"Le llamaban
Pasaje del Correo porque donde hoy está Scuzi estaba la oficina del Correo, que daba a la calle. Allí estuvo como veinte años hasta que se mudó a una casa por la mitad del pasaje", contó Bancalari.
En un principio se instalaron en el lugar casas de regalo, tapicerías, salones de gimnasia y danzas, y una de productos naturales, El Yuyo Brujo, que se hizo muy famosa en el barrio.
Eran locales diferentes a los comercios tradicionales, con un estilo más cálido, ya que funcionaban en una casa y en su mayor parte eran atendidos por sus dueños.
"Los clientes llegaban a los comercios por comentarios de boca a boca. La mayoría vivía por la zona y ahora sigue siendo un poco así, aunque el pasaje se hizo un poco más conocido", describió Bancalari. Un elemento que contribuyó a que el lugar mantuviera su carácter primitivo es el hecho de que la propiedad del lugar sigue en manos de los descendientes de Restano.
Tal fue el cuidado en conservar los detalles que hasta se procuró que las baldosas del piso respetaran el diseño original con sus guardas perimetrales.
"Claro que la calidad no es la misma que la de antes. Los pisos nuevos se rompen mucho antes que los viejos", se quejó Bancalari.
De todas maneras, con baldosas de mejor o peor calidad, el viejo pasaje sigue allí, para sorprender a los distraídos transeúntes y para invitarlos a que lo recorran, a que se sumerjan en ese refugio tranquilo y lleno de gracia que los aleja durante unos momentos del vertiginoso ritmo de la vida cotidiana.
Con lluvia o a pleno sol, un rincón siempre muy atractivo
Corazón del Viejo Mercado
A comienzos del siglo XX, esta cuadra de Vicente López se diferenciaba del entorno porque albergaba un mercado, que con el tiempo se conocería como el Viejo Mercado y que otorgaba a la zona una animación y un carácter particular.
Por allí pasaba el tranvía, no existían prácticamente edificios de altura y durante todo el día el ir y venir de la gente y el bullicio de los puestos de carne, fruta, verduras y pescados, contrastaba con la quietud de las calles aledañas.
Que bien vendrían unas buenas fotos, alguien tiene? Cuando ande por esa zona voy a pasar a conocerlo.
Publicado en La Nación