Qué difícil es ser arquitecto en Venezuela.
Ensayo por Tony Brewer Carias.
En Venezuela la arquitectura nunca ha sido una profesión que se respete en el campo de la construcción y el urbanismo, por supuesto con sus excepciones que hacen que se confirme la regla. De hecho muchas personas: ingenieros, constructores, promotores, políticos, albañiles, amas de casa y pare de contar, están seguros que ellos pueden hacer lo mismo que un arquitecto: organizar los “sitios” donde vivimos…. es mas, algunos hasta piensan que el arquitecto es un simple “decorador” con conocimientos un poco mas avanzados.
Tanto es así, que aquí en Venezuela, el arquitecto ni siquiera cuenta con una colegiatura propia que lo represente legalmente, en su defecto solo esta “adherido” al Colegio de Ingenieros de Venezuela como una profesión más del ramo de la construcción, cuando la arquitectura es una profesión, un oficio más antiguo y complejo que muchas otras disciplinas, que involucra no solo el arte y las técnicas de edificar, sino que debe intervenir en el ámbito de la salud, el confort, el orden y en general debe manejar con su trabajo el concepto del “buen vivir”, no solo en función de la persona como individuo y su entorno inmediato, sino como individuo en su entorno de ciudad.
Nunca olvidaré algo que me dijo hace mucho tiempo uno de los mas influyentes maestros que tuve en la facultad de arquitectura de la UCV, Augusto Tobito: “Tony, un arquitecto es tan importante en la sociedad, que por el mal diseño del dormitorio de la vivienda donde habita una pareja, se podría provocar un divorcio sin que ellos se den cuenta de lo que pasó”,…. puedes hacer que el sitio se tan desproporcionado, incomodo, infuncional que les dificulte en su movilidad y su individualidad, sin que ellos se percaten del problema que los afecta.
La profesión del arquitecto nos afecta mucho mas de lo que nos imaginamos en nuestros ámbitos y edificaciones: en el trabajo, de compras, en la residencia, en la recreación y deporte e inclusive en las ciudades: nos afecta desde nuestro mundo mas intimo hasta los espacios públicos. Un mal diseño puede contribuir a promover la agresividad del individuo, al igual que un buen diseño puede promover la tranquilidad y productividad del individuo.
De el buen manejo de esta profesión, depende en gran medida la salud, la paz y orden el pueblo, tal como lo entendieron, hace tiempo, muchos otros países del mundo.
Hacer arquitectura en este país, es muy difícil y hacer buena arquitectura lo es mucho más, hay que luchar contra promotores, propietarios y gobernantes que buscan la eficiencia de la obra aplicando criterios de una “falsa economía”, como se puede ver en tantos casos, por ejemplo, en proyectos de vivienda para familias de 5 personas, las desarrollan en áreas de 45 o 50 m2 de construcción, de manera de economizar, pero no entienden y se nos hace difícil ponderar las perdidas sociales que genera al realizar una vivienda inadecuada.
Esta deformación de la arquitectura, por la aplicación de esos falsos valores y por la falta de aplicar criterios humanistas y del “buen vivir” dirigidos al hombre, se ve también en gran cantidad de edificios destinados a otros usos como el trabajo, la salud, el servicio, y se siente como los usuarios sufren las consecuencias del mal diseño, se deprimen, demuestran poca concentración y bajo rendimiento, debido a que los sitios de trabajo son opresivos.
En nuestras ciudades también se siente lo mismo, se puede sentir la falta de planificación, la falta de orden, la falta de visión de totalidad y se ve en los espacios urbanos, en la vialidad y los espacios de recreación, por deficientes en su escala, su ubicación y la falta de coherencia dentro del medio, sin contar que comúnmente son rebasados por el crecimiento natural de las poblaciones.
Por ultimo quería hacer referencia un verbo que se conjuga frecuentemente aquí en Venezuela, es una acción que evidencia muchas veces, lo que quiero enfatizar en esta reflexión, la no participación de los arquitectos en las tomas de decisión…. Ese verbo es “ranchificar”, muchas ciudades y edificios, de la categoría que sea, están propensos a ser ranchificados, acción de construir en edificios o ciudades existentes “anexos”, espacios, equipos, servicios, o cualquier modificación, sin la participación de un profesional que trate de preservar el orden y la dignidad de la edificación o de la ciudad que se trabaja.
Esa metamorfosis de la “ranchificacion”, no es solo una característica de los grupos sociales de bajos recursos, este fenómeno se puede decir que es una forma de ser del venezolano, porque también ese fenómeno se ve en las en las urbanizaciones y edificaciones de clase media y alta, ejemplo de eso es ver en las calles y plazas de las urbanizaciones y los techos de casi todos los edificios del este de Caracas: residenciales, oficinas, clínicas, hospitales tanto públicos como privados, parques, calles, con miles de construcciones decadentes y fuera de contexto que demuestra ese irrespeto a la arquitectura, al profesional y a todo lo que ella representa. Por supuesto, que en toda regla la excepción la confirma.
Este fenómeno tenemos que vencerlo, tratando los arquitectos de demostrar que la arquitectura no es una profesión para las clases pudientes, reservados para los proyectos “faraónicos” que ya no existen en este país. Sino que, hay que demostrar que la arquitectura y sus profesionales somos esenciales en el proceso de desarrollo del país y que, hoy en día, nuestro aporte es indispensable en todos los estratos de la construcción y el desarrollo de espacios nobles, que abarca a la vivienda mas humilde como al complejo turístico más sofisticado.