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Posted Mar 5, 2010, 6:06 AM
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No es exactamente de la obra, pero tiene que ver...
Sólo un tercio de los carritos de Costanera Sur son legales
Apenas 10 de los más de 30 que funcionan tienen permiso. Hace 6 meses levantaron 17 puestos, pero ya abrieron otros nuevos. Por problemas de higiene les hacen multas y decomisan mercadería.
Taxistas, camioneros, remiseros, empleados y vecinos de Puerto Madero, turistas y extranjeros que viven en Buenos Aires. Pocos se resisten al choripán o al sandwich de bondiola en los tradicionales "carritos" de la Costanera Sur. Pese a su éxito comercial, apenas 10 de los más de 30 puestos que funcionan allí tienen permiso para vender comida. Otros siguen abiertos por amparos judiciales y un tercer grupo es completamente ilegal. El conflicto lleva varios años y se agravó a partir de 2007, cuando se suspendieron los permisos. En la Ciudad, dicen que para solucionarlo es necesario cambiar la ley que regula la venta ambulante.
"Cuando asumimos había 19 permisos vigentes en Costanera Sur. En estos dos años dimos de baja nueve por distintas fallas y no se dieron nuevos porque está vigente una resolución de 2007 que suspende el otorgamiento de permisos en toda la Capital", explicó Vicente Ventura Barreiro, de la Dirección de Higiene y Seguridad Alimentaria porteña. Por eso, actualmente sólo 10 puestos funcionan en Costanera Sur con permisos prorrogados (se dan por un año). Otro grupo se mantiene por amparos judiciales. Para el Gobierno porteño, muchos de esos puestos son ilegales. Paradójicamente tienen más derechos que los legales. "Los podemos controlar, pero sin tocarles el puesto ni el permiso", se quejó un funcionario.
Los esfuerzos por ordenar el tradicional paseo no alcanzan. En septiembre de 2009, se secuestraron 17 puestos con la ayuda de la Policía Federal hasta que una mujer se encadenó y puso fin al operativo. Los "carritos", según dijeron en el Ministerio de Espacio Público, siguen guardados en un galpón de Barracas. Pero el número de puestos no se modificó, según comprobó Clarín en una recorrida. Para los puesteros, la explicación es sencilla. "Necesitamos trabajar y no podemos esperar meses en nuestras casas", dice Valeria. Su puesto está frente a la estatua de Lola Mora. Como otros que están sobre la avenida Tristán Achával Rodríguez se distingue por el color amarillo. Casualidad o milagro del marketing, todos tienen nombres similares (Qué Parrillón, Mi Parrillón, Su Parrillón), lo que da lugar a sospechas. En el Gobierno porteño aseguran que el negocio es dominado por tres familias, aunque nadie se anima a dar nombres. "Mi familia puso un puesto amarillo hace muchos años y todos se copiaron para vender más, pero no son todos nuestros", se defiende Valeria mientras limpia una de las heladeras. Su hermano, Pablo Javier Amitrano, detenido en 2004 por los incidentes en la Legislatura, también trabaja en Costanera Sur. Según los comentarios del lugar, tiene su "oficina" en un colectivo blanco con vidrios polarizados, desde donde la familia manejaría buena parte de los carritos.
La limpieza y el cuidado de la mercadería es otro punto cuestionado. "Tenemos las heladeras prendidas las 24 horas, los demás no se qué hacen. La gente vuelve porque ve que se trabaja bien", asegura Valeria, al tiempo que admite que los controles son frecuentes. Entre junio y diciembre del año pasado, los inspectores de la Dirección de Higiene y Seguridad Alimentaria (son 130) labraron 62 actas, clausuraron 7 puestos y decomisaron 48 kilos de mercadería. "Se controla desde la temperatura del freezer hasta la de las parrillas", explican los puesteros.
Lejos de esa discusión, cientos de personas comen a diario en la zona. Los fines de semana de verano, la "temporada alta", hay puestos que recaudan entre $ 3.000 y $ 4.000. "Todos los días son distintos, a veces no llegas a $ 300", cuenta uno de los puesteros. Influye la ubicación (los que están en las esquinas tienen más clientes) y si tienen sombra. Lo que más sale es la bondiola ($ 10), que fue ganando espacio y dejó relegados al choripán ($ 6) y al paty ($ 5).
Los puestos, salvo alguna excepción, están abiertos las 24 horas. Además de los oficinistas de Puerto Madero, cada vez llegan más turistas. Clarín habló con un grupo de ingleses: "Unos amigos nos recomendaron el lugar", contó uno, mientras definía la salsa para acompañar su choripán bien cocido. "Cada vez vienen más extranjeros, además del boca a boca estamos recomendados en un libro que se llama "Parrillas de Buenos Aires", asegura Valeria. A metros de su puesto está la entrada a la villa Rodrigo Bueno, donde muchos puesteros compran los ingredientes para sus salsas.
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