[bon vivant]

ST. REGIS
LA ESQUINA QUE FALTABA
Por: Marcos G. Betanzos Correa
Obras web.

El hueco fue parte del paisaje por décadas. El predio que ahora alberga al St. Regis fue protagonista de la bonanza inmobiliaria que trajo la firma del TLCAN, víctima silenciosa de una bancarrota corporativa y sueño fallido de dos cadenas hoteleras globales.Frente a la Diana Cazadora este edificio podrá, a partir de julio, cumplir con su destino.

La filosofía de proveer a sus huéspedes estancias “sin complicaciones” (uncomplicated) que promete la cadena Starwood en este hotel, intentará desde este mes borrar con lujo y glamour la ‘muy complicada’ historia de la construcción de la Torre St. Regis, que durante casi tres décadas acarició el sueño de convertirse en hotel.

Para su creador, el arquitecto argentino César Pelli (Torres Petronas, Kuala Lumpur), la Torre St Regis hace un franco homenaje a la fuente “más sensual” de la capital mexicana al dirigirse hacia la Diana Cazadora y entablar un diálogo respetuoso entre pasado y futuro.

Pero para sus propietarios, el colectivo de inversionistas Grupo 1818 (número que conforme el abecedario hebreo significa ‘vida’ o ‘júbilo’), la torre significa introducir a México un modelo de negocio único, que modificó el mercado inmobiliario, al detonar inversiones en el corredor de Reforma.

Para el común de la gente, la demora en la apertura de la torre es quizá la interrogante más común: la estructura estaba erigida en su totalidad desde finales de 2007 y el recubrimiento cristalino de la fachada desde 2008.
Rui Reis, gerente general del hotel, responde: “Hubo un exceso de optimismo al anunciar que terminaríamos en esas fechas.

La demora la ocasionó la cuestión constructiva. Tardamos porque nos aseguramos de que se cumpliera cabalmente el proyecto ejecutivo tanto de arquitectura como de interiorismo”.


Para Grupo 1818, el mayor problema fue edificar un proyecto nuevo, sobre la cimentación de un fallido hotel Hilton de los 90; y lo que 10 años antes pretendió ser un hotel y corporativo de InterContinental Hotels y Grupo Sidek, de los hermanos Jorge, José y Guillermo Martínez Güitrón.

En 2002, los inversionistas del 1818 designaron a David Serur, presidente de la constructora Ideurban, para generar un proyecto único. Primero pensaron en lanzar un concurso internacional. Al final, decidieron invitar a arquitectos como Richard Meier, Norman Foster y César Pelli para que presentaran sus propuestas.

La definición llegó pronto: “Nos dimos cuenta de que la arquitectura de Foster era muy cara para un país como el nuestro; y que Meier no tenía mucha experiencia en construcciones verticales. Concluimos que la persona ideal era Pelli, sobre todo por haber construido más de 80 edificios verticales en todo el mundo”, relata Serur.

Pelli y Serur comentaron algunos detalles sobre la idea conceptual: todo el edificio enmarcaría la sensualidad de la fuente y un gesto más que simbólico en la fachada: la libertad sin límites representada por un triángulo que se abre hacia el cielo.

A la semana, el equipo de Pelli presentaría la propuesta final integrada por una torre semicircular ubicada al centro de la gran base. Ésta se desplantaría sobre un estacionamiento subterráneo para 2,000 vehículos y contaría con un sistema de circulación vertical integrado por 15 elevadores que recorren 6.6 metros por segundo.

El inmueble tendría, además, tres escaleras de emergencia presurizadas, sistemas mecánicos, de telecomunicaciones y aire acondicionado, la mayor parte de ellos canalizados por un ducto que deriva a cada nivel y se controla vía Building Management System (BMS), un mecanismo inteligente para instalaciones eléctricas, hidrosanitarias, elevadores, iluminación del edificio y sus equipos especiales

El lujo que exhibirá la Torre St. Regis fue por un tiempo parte de una pesadilla. La estructura circular ascendente plena de cristal arropa un diseño interior contemporáneo, a cargo del despacho canadiense Yabu Pushelberg.

Luce acabados con alfombras persas, maderas africanas, mármoles, herrería mexicana forjada a mano y obras de arte originales. La habitación más exclusiva del hotel tendrá 250 m2 de superficie y la podrá disfrutar cualquiera dispuesto a pagar 3,000 dólares por noche.

La torre albergará en dos pisos al Rémede SPA con su alberca techada, además de restaurantes firmados por Jean Georges y Martha Ortiz Chapa. También será hogar para los propietarios de las 103 residencias de los pisos superiores.

No fue fácil vender el concepto. A decir de los inversionistas, el mercado local desconocía cómo se operaba ese modelo.

Los bancos no liberaban fácilmente un crédito, sobre todo, porque el edificio estaba en una zona que apenas empezaba a resurgir.

Para fortuna del 1818 –integrado por los empresarios Francisco Fernández Capistrán,