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View Full Version : Guédelon: viaje al corazón del medioevo


SottoVoce
Oct 12, 2008, 6:26 PM
Guédelon: viaje al corazón del medioevo

En un pueblo de Francia, la recreación de un castillo medieval implica una original manera de encarar la aventura: obreros vestidos con ropas de aquella época, y técnicas de construcción, herramientas y modos de trabajar de la Edad Media

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Una adivinanza: ¿quién trabaja en mejores condiciones, un albañil del medioevo o el obrero especializado de una fábrica de automóviles? Si nos referimos a la estabilidad del empleo, la respuesta es el primero. Mientras que la empresa automotriz planifica la supresión de 1000 puestos de trabajo, a pesar de los beneficios arrojados en la primera mitad del año, Adrien, Chantale y Bernard, artesanos en la construcción de la Fortaleza medieval de Guédelon, pueden contar con, por lo menos, la seguridad de 17 años más de trabajo.

En el centro de Francia, desde 1997, en las onduladas tierras del departamento del Yonne en Borgoña, luego de un intervalo de 700 años, se erige pausadamente un nuevo castillo medieval, como aquellos que los señores feudales y el rey Felipe Augusto (1165-1223) levantaban para protegerse del enemigo inglés.

En el bosque de Guédelon, del cual toma su nombre, medio centenar de trabajadores, guiados por arqueólogos, medievalistas y arquitectos, se empeñan en construir las murallas de la que se ha convertido en la mayor atracción turística de la región.

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El castillo de Guédelon es uno de esos proyectos que nacen de la nada. En 1979, Michel Guyot, un borgoñón "amante de la piedra antigua", como él mismo se define, adquirió y restauró el castillo renacentista de Saint Fargeau en una localidad vecina. La obra de reconstrucción desnudó los vestigios medievales del castillo inicial. Guyot no podía recuperarlos sin destruir el château mas reciente. Este problema insoluble dio nacimiento a la idea de edificar una fortaleza de la Edad Media, como si hubiese sido descubierta. Para ello, el proyecto debería respetar rigurosamente los cánones arquitectónicos de la época. Un comité multidisciplinario de especialistas en el medioevo y de expertos en poliorcética (disciplina centrada en la construcción de bastiones o fortificaciones) se convertirá en el aval científico. Jacques Moulin, arquitecto en jefe de Monumentos Históricos, diseñará los planos de un castillo de talla media para la época.

Al principio considerado como excéntrico o insensato, Guyot logra convencer a los primeros inversores y la obra comienza en un lugar estratégico, entre las localidades de Saint Sauveur y Saint Armand, en Puisaye. Allí, una cantera y un bosque suministrarían los materiales básicos: las piedras para los muros, la arcilla para la argamasa y la madera para armazones y andamios.

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Una vez despejadas once hectáreas de terreno, se erige la primera piedra el 20 de junio de 1997. Veinticinco años más tarde se espera colocar la última, pero, ¿qué inversor esperaría un cuarto de siglo para recuperar sus dividendos? Para darle una existencia inmediata y obtener una parte del financiamiento, mediando el pago de una entrada, los iniciadores deciden abrir la obra al público en 1998. Tímidamente esperan unas 3000 visitas, pero ese mismo año, la realidad superará ampliamente los cálculos más optimistas: los curiosos serán 30.000. Internet y la información de boca en boca harán el resto. Actualmente, Guédelon recibe 300.000 visitantes por temporada.

El proyecto, calificado como de "obra experimental", tiene un rotundo éxito ante múltiples públicos: amantes de la Edad Media, turistas extranjeros, arqueólogos profesionales o iniciados, maestros en busca de excursiones inolvidables, jubilados optimistas, esperando satisfacer en Guédelon, fantasías y expectativas raras en nuestra época.

Documentos históricos u obras patrimoniales existentes son las fuentes consultadas para certificar que los procedimientos empleados corresponden a los del siglo XIII. Cada gesto y cada técnica son rigurosamente estudiados con los métodos de la arqueología para reconstruir de manera idéntica el trabajo de los artesanos del pasado. Las herramientas utilizadas son fabricadas en los mismos talleres de Guédelon. La obra funciona en autarquía: los herreros reparan y fabrican las herramientas de talladores de piedra y carpinteros. Estos últimos construyen los andamios que sostendrán a los albañiles, así como los cordeleros suministran los materiales necesarios para atar las estructuras de madera.

El trayecto desde París lleva dos horas por la autopista del Sur. Cuando detrás de mí queda la playa de estacionamiento, con su parque de autos modernos, marcho impaciente por el sendero que me llevará al fuerte, con la secreta sensación de que viajo por el túnel del tiempo.

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Una vez atravesada la hilera de árboles que esconde la obra, la primera impresión es auditiva: herreros, carpinteros, talladores de piedras no cesan de golpetear sus martillos sobre yunques y escoplos. Una mujer joven, de aspecto intelectual, conduce una pesada carreta tirada por un percherón, que no para de circular de un taller a otro, acarreando gruesas piedras color siena, o bloques en roca calcárea, cuidadosamente tallados. Todos los trabajadores portan túnicas medievales y ninguna maquinaria o herramienta recuerda la tecnología actual. El cuadro natural, los olores, el relincho de un caballo, lo transportan a uno al pasado. Pero algunos turistas, vestidos con sandalias deportivas sintéticas, gorras de béisbol y camisetas con publicidades estampadas, desbaratan el espejismo.

Luego de once años de trabajo, la fortaleza va cobrando forma. En este momento los obreros se concentran en la sala señorial. Un hombre camina hacia el interior de una "caja de ardilla", la grúa utilizada en el siglo XIII, para elevar cargas de 250 kilos hasta el torreón, que ya cuenta con unos cuantos metros de altura. Un segundo obrero se apresta a accionar el mecanismo de freno en caso de accidente. En la obra se respetan las consignas de prevención, antiguas y modernas. Los artesanos explican, un poco a la defensiva, que se vieron obligados a fijar los andamios con bulones metálicos, en lugar de las cuerdas y lonjas de cuero como en su momento. Deben calzar, además, pesados botines de seguridad. La excepción hecha a los cánones históricos porta sus frutos, porque hasta ahora no se ha contabilizado ningún accidente de trabajo.

Afortunadamente, la gestión del peligro no pone distancia entre el visitante y el personal en actividad. Uno puede subir a los andamios y transitar por todos los recovecos de la obra en germen. El diálogo con los obreros se dispara fácil. Philippe, un estudiante alemán, me pregunta qué quiere decir el "che" argentino. Mattias, de Toulouse, obrero titular, encuentra que "albañil", la palabra castellana que define su profesión, suena agradable al oído. Florian de Grenoble, el maestro mayor de obras, guarda un tono más distante, pero no sin pasión. Me explica cómo, gracias al archipéndulo (nivel de plomada) y a la cuerda egipcia de doce nudos (antepasado de la calculadora), logran hasta ahora, no tener más de cuatro centímetros de error en el conjunto de la construcción, lo cual satisface las exigencias de la arquitectura moderna. Tomo fotografías y nadie protesta, cosa verdaderamente excepcional en el territorio francés.

Colgados de los andamios no se encuentran solo profesionales. Kinga, Lucile, Marc, Sophie, jóvenes estudiantes de arquitectura de la Universidad belga de Saint Luc, mientras cumplen una pasantía obligatoria de obreros artesanales, no están exentos de las tareas más pesadas, como la fabricación de la argamasa, con cal y arenillas arcillosas. Esta mezcla, antepasado del cemento, tarda decenas de años en secar de manera definitiva, lo cual da una gran elasticidad a la estructura del edificio.

En la baja Edad Media, los castillos se erigían para proteger al señor feudal y su familia. Al comienzo del medioevo, continuando la herencia romana, las fortificaciones consistían en empalizadas y montículos de tierra; pero unos siglos más tarde, las incursiones de los vikingos u otros señores feudales, impusieron nuevas estrategias de protección, como los muros y torres de piedra. Participaban de la construcción hasta diez oficios artesanales diferentes y la mayor parte de los obreros eran campesinos, los cuales, a cambio de su trabajo, recibían el derecho de protegerse al interior de las murallas en caso de ataque. Un castillo demandaba entre 25 y 40 años de construcción, y la obra daba nacimiento a un pequeño pueblo donde habitaban los artesanos.

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Continúo mi visita y unos metros más allá, en el lindero del bosque descubro un grupo de chozas medievales. Bernard, el canastero, ocupa la vivienda del campesino del siglo XIII. Sus grandes bigotes le dan el aire de un personaje de Astérix. Con tono afable, me cuenta que antes se ganaba la vida como electricista y en sus ratos libres, realizaba sus sueños de armero medieval. Con sus manos callosas me tiende una espada de talla media y mis muñecas crujen ante el peso cuando trato de blandirla. En el proyecto de Guédelon, las armas no despertaron entusiasmo, razón por la cual Bernard siguió una formación en cestería en la Escuela Nacional de Faylbillot, en Haute Marne, única en el género. En los nueve años que lleva trabajando tuvo tiempo de fabricar todos los canastos (los recipientes en plástico no forman parte del paisaje), para acarrear la argamasa, guardar las herramientas que circulan en la obra.

Mi sorpresa aumenta cuando en el almacén que está enfrente encuentro a Pascale, la "tintorera", una borgoñona en túnica medieval y anteojos de última moda, que también me responde como si nos conociéramos desde hace mucho. Es que en casos así, uno acostumbra encontrarse con personal disimulando apenas su hastío. Por el contrario, ella parece divertirse cocinando a fuego lento todo tipo de plantas encontradas en los alrededores para descubrir nuevos colores de tintura. La experiencia de Guédelon es sin duda didáctica. Cada artesano, además de cumplir con su trabajo, oficia las veces de guía turístico, descubriendo al visitante los secretos del oficio.

En la carpintería, Antoine serrucha un duro bloque de roble mientras soporta el calor y un presuntuoso turista que hace alardes de sus conocimientos en dendrocronología. Jean-Marc, el cordelero, con ojo travieso, mide el efecto provocado en su público cuando revela el nombre latino de la materia prima para la fabricación de sus cuerdas: el cannabis.

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El costo principal de Guédelon es el salario de los obreros, ya que las materias primas se encuentran en el lugar mismo o en localidades vecinas. El éxito del proyecto no pasa únicamente por su interés turístico y cultural, sino que ha revitalizados numerosos oficios amenazados y generado nuevos puestos de trabajo estables, en un período durante el cual mucha gente pierde su trabajo por causa de la globalización económica.

Al atardecer, los martillos se callan de pronto y la obra se vacía rápidamente. La jornada de ocho horas llega a su fin. En el silencio repentino me apuro para hacer la última panorámica. Giro sobre mis talones y me preparo para ser teletransportado de nuevo al presente. Traigo, de ese pasado efímero que acabo de vivir, la agradable sensación de que una aventura original, y en apariencia descabellada, pueda ser posible.

Virtuoso cóctel de fantasía y de expectativas de nuestra época a menudo abandonadas, Guédelon conjuga intereses múltiples. Una experiencia rica para quienes buscan reunir turismo y emoción heurística, así como para apasionados de épocas pasadas, o, simplemente, para aquellos que se emocionan ante una obra donde las llaves maestras no son la rapidez ni la competitividad, sino una apuesta en el trabajo a largo plazo, y donde el tiempo se cuenta en generaciones.




Webpages:

www.guedelon.com
www.puisaye-forterre.com



Fuente (http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1057065&high=medieval)

Claudia-Cba
Oct 12, 2008, 10:24 PM
Super interesante!!! Además será un éxito por la cantidad de turistas que atraerá... hay mucha gente que es fanática de lo Medieval!!! :yes:

Lo que se comenta en el artículo de la argamasa y del tiempo que llevaba construir esas fortalezas no lo sabía; así se transformaron todos esos pequeños "pueblitos" en las grandes ciudades de hoy. ;)

Carolina
Oct 12, 2008, 11:15 PM
Muy bueno este artículo Sotto!No sabía de la existencia de este proyecto!Realmente hay gente q se le ocurre cada cosa!Y cuando se trata de un buen negocio más aún!Porque más allá de toda la parte histórica, hay una estrategia de marketing espectacular!Basta ver q años antes de culminar la obra ya tienen más de 300 mil visitantes por temporada!
Ahora...qué laburito para los obreros q ponen el lomo en esa obra!Te la debo!!:P Aunque supongo que les deben pagar muy muy bien!!

Shrewsbury333
Oct 13, 2008, 9:03 AM
Tienen ganas de laburar!!!! :D


































Que al pedo que estan! :|

joviev
Oct 13, 2008, 1:24 PM
Uuuh que bueno!!! realmente me encantaría laburar un tiempito en esa construcción! debe ser una "linda" experiencia.